Cuando se emprende un análisis político, resulta una tarea ardua separar las emociones de la razón. Precisamente por eso, siempre quise estar equivocado cuando en mis artículos previos sobre Venezuela expresé mis fuertes dudas de que Nicolás Maduro aceptaría los resultados. Mis opiniones sobre Venezuela están indudablemente influenciadas por la dolorosa experiencia nicaragüense, donde la dictadura de Daniel Ortega es una versión extrema de fraudes electorales. Es indudable que las tres dictaduras de América Latina, como son Cuba, Nicaragua y Venezuela, no tienen en su horizonte el cambio político por la vía electoral. No obstante, la situación particular de Venezuela, marcada por una votación masiva a favor de la oposición, abre un camino de lucha cívica que claramente la ciudadanía está dispuesta a recorrer, ante el hastío con la desastrosa gestión de Nicolás Maduro.
Todos los monitoreos independientes y conteos paralelos, incluyendo los de observadores electorales internacionales, coinciden en que la victoria de Edmundo González fue abrumadora. La diferencia es de al menos un 30%, lo que constituye el mayor margen electoral registrado hasta ahora en Venezuela. El régimen de Nicolás Maduro ha fraguado un fraude descarado ante los ojos del mundo. Sin embargo, no podrán esconder la victoria de Edmundo González. Las actas lo ratifican, ya que, en medio de todo el desastre institucional del país, el sistema electoral venezolano aún conserva vestigios de la era democrática, que incluye el registro de las actas de votación en cada mesa. A diferencia de Cuba, que es un sistema de partido único, y de Nicaragua, donde los partidos independientes han sido proscritos, en Venezuela la oposición tiene en sus manos las pruebas irrefutables de que Edmundo González es el presidente legítimamente electo de Venezuela. Con esas pruebas, es suficiente para que la comunidad internacional proceda, a la brevedad posible, a reconocer oficialmente a Edmundo González como el presidente electo de Venezuela.
Resulta paradójico que Maduro intente un fraude en medio de un sistema caracterizado por su robustez en el registro de la votación. Las máquinas de votación emiten un comprobante en papel, que son las actas con los resultados, y la ley establece que los testigos partidarios se queden con una copia de cada una de las 30,026 mesas de votación. Aunque el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció una victoria de Nicolás Maduro con el 51% de los votos, los datos de la oposición, basados en sus propias copias de las actas, indican que Edmundo González ganó la elección con el 70%. Con este fraude, Nicolás Maduro ha demolido los pocos vestigios de institucionalidad que quedaban en el sistema electoral. Al cierre de este artículo, el Comando de Campaña de la oposición denunciaba que ya tienen procesadas más del 85% de las actas. María Corina Machado, líder de la oposición, ha retado al régimen de Maduro a que presenten la totalidad de las actas, mesa por mesa, una demanda a la que se han sumado docenas de gobiernos del mundo, incluyendo antiguos aliados de Maduro. El régimen tendrá que hacer uso de mucha imaginación y de una dosis infinita de descaro para fabricar datos alternativos.
En ese sentido, el madurismo parece estar siguiendo la máxima de Tomás Borge, uno de los fundadores del Frente Sandinista, refiriéndose a Daniel Ortega en Nicaragua: “Todo puede pasar, pero el costo más alto es perder las elecciones”. En otras palabras, las dictaduras calculan que el costo de entregar el poder es mucho más alto que las consecuencias del fraude. Eso explica las acciones de radicalización que se han estado observando. Si Maduro continúa siguiendo la macabra receta de los sandinistas en Nicaragua, existe una alta probabilidad de que en los próximos días intenten arrestar a María Corina Machado y a otros líderes de la oposición, como ya lo han hecho con Ricardo Estévez de Vente Venezuela y Freddy Superlano de Voluntad Popular.
La comunidad internacional deberá responder con contundencia y no limitarse a comunicados de indignación. De lo contrario, la desesperanza del pueblo de Venezuela se traducirá en la continuidad de un éxodo masivo y la radicalización del régimen de Maduro en un rumbo similar al de Nicaragua.
Políticamente, comienza una etapa difícil. Existe una alta disposición de la ciudadanía de permanecer en las calles para defender su voto, pero todos los que hemos vivido fraudes similares en el pasado sabemos que la presión en las calles es una parte fundamental pero no suficiente. Es por ello que el objetivo de la oposición será encontrar interlocutores nacionales e internacionales que presionen al régimen a entrar en una negociación. Por su parte, la estrategia de la dictadura estará enfocada en desmoralizar a la oposición, desmovilizar a la ciudadanía y asegurar la cohesión de las fuerzas armadas y de seguridad para que mantengan su servilismo al régimen.
He tenido el gusto de hablar con varios miembros del equipo de campaña de Edmundo y me quedó claro que este escenario del fraude siempre se había previsto. Eso habla muy bien de la oposición que, bajo el liderazgo de María Corina Machado, están dispuestos a emprender una lucha larga por defender los resultados. La estrategia de esta fase parece consistir en una reacción de la comunidad internacional y algún tipo de respuesta por parte de los militares. También esperan que la presión no venga solo de Estados Unidos y Europa, sino que también actores como el presidente Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil ejerzan presión sobre Maduro. Habrá que ver si estos factores tienen algún peso.
Personalmente, no soy muy optimista. Creo que Maduro cuenta con el respaldo de los militares, pero curiosamente, algunos de mis amigos venezolanos insisten en que hay sectores de las fuerzas armadas que no se quedarán callados ante este resultado. Me parece muy arriesgado que Maduro haya salido públicamente con estos resultados sin haberse asegurado previamente del pleno respaldo militar.
Lo fundamental de todo este proceso es reconocer que el pueblo de Venezuela ya hizo su labor de manera heroica y decidida, saliendo masivamente a votar a pesar de las adversidades. Bajo circunstancias sumamente difíciles, lograron organizarse con 200,000 voluntarios. Ahora, le corresponde a la comunidad internacional apoyarles para que ese fraude no prospere. Es el momento de alzar las voces, de ejercer presión. La valentía del pueblo venezolano no puede ser en vano; el mundo debe acompañarlos en esta lucha y asegurar que sus voces sean escuchadas y respetadas.
*Félix Maradiaga es un defensor de los derechos humanos nicaragüense, ampliamente reconocido como una de las voces más destacadas de su país en favor de la democracia. Fundó la Fundación Para la Libertad, una organización dedicada a desarrollar programas de educación e investigación democrática, que el régimen de Ortega declaró ilegal en 2022. En 2018, durante las protestas generalizadas contra el régimen de Ortega, sobrevivió a dos intentos de asesinato y enfrentó numerosos cargos criminales y campañas de difamación. En 2021, después de anunciar sus planes para una campaña presidencial, fue arrestado y sentenciado a 13 años de prisión. En febrero de 2023, él y otros 221 presos políticos fueron despojados de su ciudadanía por el gobierno nicaragüense y expulsados a los Estados Unidos. Félix es Premio Magnitsky 2023 y Premio al Coraje de la Cumbre de Ginebra, otorgado conjuntamente por 23 organizaciones de derechos humanos por su labor global en la defensa de la libertad.
No me siento optimista. La llamada comunidad internacional tiende a actuar de manera tímida, por no decir cómplice, cuando el abuso a los pueblos viene de una tiranía izquierdista. Lo siento por el hermano pueblo venezolano.