Le dedico mi Silencio
La más reciente novela de Vargas Llosa sobre la música peruana.
¿Puede tal vez la música criolla peruana o el vals Limeño ser el cemento que de una vez por todas integre a un país tan diverso racial, social y económicamente como lo es el Perú? Esta es la pregunta de la última novela del gran Mario Vargas Llosa, quizá el último escritor vivo de la generación del Boom Latinoamericano de Literatura.
La historia nos cuenta las aventuras de Toño Azpilcueta, experto en música criolla que persigue como un sabueso la historia y la trascendencia de Lalo Molfino, “el mejor guitarrista del Perú y quizá del mundo” que Toño descubre una noche mientras visitaba oscuros bares, peñas y lugares de diversión de mala muerte, en lo más profundo del Perú donde gentes sin mayor fama o transcendencia tocaban música criolla o valses limeños.
Al tiempo que el autor nos va narrando las desventuras de Toño Azpilcueta en su obsesión por la música criolla peruana nos vamos enterando de autores, algunos conocidos y otros no tanto, fuera del Perú, y su teoría sobre la desconexión y falta de cultura común que aparentemente existe en todos nuestros países latinoamericanos entre las diversas gentes de las diferentes regiones y ciudades de nuestros países.
Como todas las novelas de Mario Vargas Llosa y en forma general en el realismo mágico la exageración y las situaciones a veces inverosímiles son lo común en esta novela y aunque son difíciles de entender para otras culturas como la anglosajona que prefiere la precisión y la brevedad en el texto, nos ayudan a entender un tema que preocupa al autor y a algunos que debatimos si los hispanos formamos o no países diferentes o distintos entre sí como lo podrían ser los países de Africa o los Europeos o Asiáticos.
Después de haber vivido muchos años en Estados Unidos, donde no hubo la fragmentación que hubo en Hispanoamérica, y haber viajado por la mayoría de los países del mundo Hispano puedo aseverar que nuestras coincidencias y similitudes son más comunes de lo que a veces sospechamos.
A todo país Hispanoamericano que he visitado, incluido España o las islas Canarias no deja de sorprenderme lo similares que somos, y como la arquitectura, las formas de ser, de pensar y hablar terminan siendo muy, pero muy similares, a pesar de los esfuerzos que a veces hacen mis interlocutores por subrayar que tan diferentes y mejores son que los vecinos cercanos de otros países e incluso regiones dentro de algunos países. No hay nada tan común como un hispanoamericano tratando de convencernos que tanto somos mejores o peores que nuestros vecinos o que tan desastrosos o corruptos pueden ser nuestros políticos locales. La comida que puede ser lo más distinto en la américa hispana por la diversidad de verduras y frutos disponibles a lo largo y ancho del territorio en sus comienzos, termina teniendo un sustrato similar con diferente nombre. Solo piensen en cómo se le llama al dulce de leche o al tradicional arroz con leche en sus países de origen y como invariablemente discutimos ad nauseum cuál es la mejor o peor versión y cuál es el más original o de donde salieron dichos postres.
Ni se diga de la música de la que habla Mario Vargas Llosa como la música criolla peruana o el vals limeño en la novela que comentamos. Se baila cumbia colombiana en México, la salsa caribeña, el merengue o el reguetón se lo disfruta a lo largo y ancho de las américas y hasta corrientes musicales importadas del mundo anglosajón como el Blues, Jazz o el Rock and Roll tienen su presencia a veces en inglés, a veces en español en toda las Américas. ¿Quién es ajeno a cantantes como Shakira, Soledad Pastorutti, Juan Gabriel, Luis Miguel, Julio Iglesias y tantos otros de nuestra Hispanoamérica? La música hispana conquistó ampliamente el mercado anglosajón y puedo decir que a diferencia de cuando llegué a Estados Unidos, donde era normal escuchar a Shakira cantando en inglés a inicios de la década del 2000, vemos que los artistas hispanos ya no tienen necesidad hacerlo en inglés y muchas veces cantan en español o intercalando con el inglés las canciones que los americanos (norteamericanos me corregirán algunos, aunque México está en Norte América) no entiendan realmente lo que se canta, tal cual nos pasaba a los hispanos en los 60s ~ 80s escuchando música en inglés.
Creo que Mario Vargas Llosa en la figura de Toño Alpizcueta ya intuye y se pregunta si la música podría ser ese factor unificador en el Perú. Lo es hace rato y más bien lo que debemos de preguntarnos es que realmente nos falta para ir a ese ideal de hombre universal no encajado en el nacionalismo, provincialismo o regionalismo del cual muchas veces nos llenamos en Hispanoamérica. Más allá de la cultura común que compartimos por historia, idioma o idiosincrasia lo que debemos de buscar es como derribar esas barreras que nos separan y que nos tienen apisonados en el subdesarrollo. Hace no muchos años recuerdo conversar con alguien preocupado del desarrollo de nuestra región si el problema no era tal vez esa herencia hispana que algunos tristemente consideran maldita y que nos hunde. Recuerdo haberle respondido que lo que nos falta en realidad es reconocernos en esa cultura que se fragmentó en la independencia y reconocer las cosas positivas más allá de los problemas que nos aquejan. Tal vez al ver lo bueno y lo positivo de nuestra cultura más relajada, amiguera, solidaria y familiar podamos descubrir cómo sacarnos de encima esas taras que nos tienen divididos separados y hundidos en el subdesarrollo y aprendamos tal vez a copiar lo bueno de otras culturas sin negarnos nuestra propia identidad, historia y destino común.
Esto requiere por supuesto encontrar soluciones a nuestros problemas, pero no a través de experimentos económicos fracasados, de colectivismos autoritarios basados en la autarquía o en el desarrollismo estatista que nos hizo más pobres, o ese falso patrioterismo lleno de dignidad huachafa expresada en un nacionalismo aberrante que no nos hace más dignos sino más bien pobres y a experimentar cada 10 años, décadas perdidas con reformas hechas a medias en el mejor de los casos o a líderes mesiánicos prometiendo salidas falsas al subdesarrollo como el Socialismo del Siglo XXI. Después de todo la Huachafería, palabra peruana que significa esa actitud a veces estridente a gustar de lo ridículo y cursi, es según el autor la aportación más grande a la cultura universal del Peru.
Más allá de estudiar con detenimiento las condiciones necesarias para el desarrollo tales como el respeto a la ley, la libre empresa y la libre competencia, la desregulación de la actividad privada, la reducción de la burocracia y la lucha contra la corrupción debemos de sumergirnos en estudiar nuestra cultura autóctona y nuestras raíces hispanas que fueron capaces de brindarnos no solo una cultura compartida a pesar de las diferencias que existían en cada comunidad donde se establecieron los españoles y fueron capaces de mantenernos como un solo país y una civilización, no una colonia como muchos repiten sin pensar.
Es hora de que hagamos un esfuerzo titánico a conocer nuestra historia y cultura hispana, verla en su contexto y valorarla y quererla. A veces no deja de darme pena lo que estudiamos en el bachillerato o las universidades de la historia de nuestros países, una version idealizada de las culturas autóctonas del buen salvaje que ignora que la conquista solo pudo ser posible gracias a que los conquistadores notaron que muchas poblaciones locales vivían aterrorizadas de las prácticas de las civilizaciones dominantes originarias de las Américas. O una época virreinal (colonial) que parece ser un agujero negro que no se estudia en absoluto y del cual, a duras penas, en el mejor de los casos sacamos personajes destacados sin contexto alguno. Luego unas guerras independentistas que nos trajeron sin excepción a toda América caudillismos personificados por heroes patrios delirantes que destruían todo a su paso y que se retiraban a Europa despechados al final de sus luchas o declarando que habían arado en el mar en su lecho de muerte o incluso se abocaban a guerras civiles fratricidas que terminaban con la extinción del 90% de la población masculina o a desquiciados funerales para piernas perdidas en el fragor de la guerra. Lamentablemente en muchos de nuestros países la independencia fue un retroceso en nuestras condiciones de vida que nos tomó en muchos casos la mayor parte del siglo XIX superar hasta el siglo XX y perdernos la revolución industrial que por primera vez en la historia de la humanidad logró sacar de la pobreza a millones de personas. Fueros pocas las excepciones a este proceso como lo fue la Argentina Alberdiana de la segunda mitad del siglo XIX (c.1853) hasta la primera mitad del siglo XX (c. 1930’s) que convirtió a ese país en un polo de desarrollo, sueño americano y atracción de millones de inmigrantes a la par de países que hoy en día siguen siendo potencias mundiales como Estado Unidos y Canada.
Creo sin lugar a duda que Mario Vargas Llosa en su más reciente novela y la última novela que escriba dada su avanzada edad (cercano a los 90), nos regala una oda y un canto a nuestra cultura no solo peruana, sino más bien Hispanoamericana, e intuye que a traves de la música para comenzar, podemos continuar a otras áreas de las artes, como la que el protagonizó en su vida literaria y a reconciliarnos con nuestra historia y nuestra cultura para poder salir del subdesarrollo. A esto no me queda más que decir “¡Un champancito hermanito!”
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