Controles de precios y especulación
No han funcionado en 4000 años y no funcionarán
En estos días, ante la inflación que se sufre a nivel mundial, tal como en 1971 ciertos políticos ofrecen controles de precios para frenar la especulación y otros piden aranceles para las importaciones para proteger a la industria local. Tal como de tiempo en tiempo en Hispanoamérica se quiere tratar de controlar los precios mediante leyes, decretos y aranceles. Y aunque mucha gente en un principio podría pensar que esto es una buena solución, su implementación y resultados no solo no resuelven el problema si no que además generan toda una serie de distorsiones que una tras otra va creando una bola de nieve difícil de controlar que termina por destruir mercados, genera escasez en los productos controlados y el colapso de las economías.
El control de precios para evitar la especulación es una de las estrategias económicas que más se ha tratado de implementar desde la antigüedad y ha fallado en los últimos 4000 años. Roma, Grecia, China, y sin ir tan atrás en la historia, la Union Soviética, Cuba, Corea del Norte. El resultado final es siempre el mismo. Su implementación indiscriminada casi siempre ha terminado en el colapso de civilizaciones.
En un principio los políticos implementan dicha medida y todo el mundo parece que al fin puede acceder a tener el producto con el precio controlado. Sin embargo, quienes fabrican dicho producto dejan de hacerlo o dejan de comercializarlo pues al precio impuesto es difícil cubrir los costos. A veces los gobernantes dejan algún tipo de margen de utilidad para evitar este problema, pero el comerciante o el productor simple y sencillamente empieza a buscar alternativas que le traigan mejores rendimientos. Nadie produce o comercia algo sin esperar un beneficio o una rentabilidad, a menos que sea una organización sin fines de lucro o el gobierno. Lamentablemente ni el gobierno ni las instituciones sin fines de lucro son eficientes a la hora asignar recursos y encontrar formas de volver la cadena de producción eficiente. Esto solo es posible cuando el productor o el comerciante, en su afán de lucro y búsqueda de utilidades, logra reducir el costo de producción y logra una ventaja por encima de otros productores o comerciantes.
¿Algún lector perspicaz pensará: bueno si el lucro mueve al comerciante ¿por qué esta limitación a los precios que reducen sus utilidades no los estimula a reducir los costos de producción y por lo tanto aumentar sus utilidades? Pues porque generalmente el comerciante o el productor lo hace solamente si se tiene la seguridad de que sus innovaciones en la cadena de producción no van a ser confiscadas literal o indirectamente a través del control de precios más tarde, una vez que descubra la manera de producir a menor costo. Más bien el control de precios lo que le indica al productor o comerciante es que hay que evitar involucrarse en ese producto pues es de alto riesgo hacerlo. Solo aquellos que están dispuestos a romper la ley y comerciar o producir en negro (por debajo de la mesa) estarán dispuestos a hacerlo y por supuesto no al precio que ha fijado el gobierno.
Entonces, ¿cuál es la solución a la especulación y a los elevados precios? Esto ocurren generalmente por el exceso de emisión monetaria. Es decir, el gobierno o el banco central emite más dinero del necesario. Esto hace que haya más dinero para comprar el mismo número de bienes que se demandan en un mercado. Si alguien tiene 100 pesos o 100 dólares hoy y mañana, por decreto del gobierno, pasa a tener 200, lo que antes costaba 10 mañana probablemente costará el doble. Y digo probablemente porque es muy difícil saber a ciencia cierta dónde se darán dichos aumentos. El problema de la inflación es no es solo un aumento generalizado de los precios debido al aumento de la masa monetaria demandada, si así lo fuera, sería tan sencillo por decreto indexar los precios y los salarios de todo por igual y el problema estaría resuelto. El tema es que este dinero fácil que aparece de la nada causa aumentos en diversas áreas en momentos diferentes, dependiendo más que nada de dónde se empieza a gastar primero y afectando de manera desigual a todos los que participan en el mercado.
Por poner un ejemplo simple, el gobierno decide usar ese dinero impreso para dar subsidios a los pobres para que puedan comprar leche y productos básicos para la alimentación. En un principio, aparentemente esto resuelve el problema de alimentación de los más necesitados. Pero el productor, al ver esto, tiene dos reacciones, hay que aumentar la producción pues la gente está demandando más leche y productos básicos. A su vez, ocasiona que temporalmente aumenten los precios pues no se puede aumentar la producción de leche y productos básicos de manera inmediata. Hasta aquí todo bien y aparentemente hemos logrado nuestro objetivo de subsidiar el consumo de leche y productos básicos. Lo que no vemos es que aquellos que eran los beneficiarios de este subsidio ahora tienen que pagar más por el mismo producto y, aunque no se ven afectados ya que reciben el subsidio, los que no lo reciben están peor. Algún “técnico” dirá: hay que dar el subsidio a todos así nadie se perjudica con este aumento. Pues se tiene que imprimir más dinero para hacerlo. Sin embargo, no todos tienen las mismas ideas ni las mismas necesidades, y entonces deciden usar ese dinero adicional para invertirlo en otras cosas y así los precios aumentan también en otros sectores que pueden estar o no relacionados con el producto subsidiado. Algún otro “técnico” dirá: hay que limitar que el dinero adicional se use solo para alimentos y productos de primera necesidad. Pero esto genera más presión en los precios.
Del lado de la producción, los productores dirán que hay que invertir en tener más producción agrícola y más ganado para producir leche. Esto puede que logre que bajen los precios. Pero una vez más habrá una sobreinversión en productos que no necesariamente tienen demanda en el mercado. Es frecuente escuchar que en mercados subsidiados como los de la leche se genera sobreproducción que muchas veces hay que tirar, pues hay tal exceso de producción, que nadie la compra. Esto pasó el año pasado, 2023, en Wisconsin, debido a los bajos precios que se dieron por la sobreproducción de leche. Esta sobreproducción, más allá de factores estacionales, se da porque el mercado lechero en los Estados Unidos es altamente regulado y subsidiado.
Y es que, lo que no se ve, es que los precios son una delicada estructura que van indicando en el mercado qué se demanda y qué no se demanda, cuánto hay que producir y cuándo hay que dejar de producir para evitar desperdicios. El sistema de precios es un delicado y complejo sistema de relojería, que cuando es alterado ya sea mediante la excesiva emisión monetaria o por controles de precios, causa que dicha información se distorsione y que se produzca escasez o desperdicios.
¿El lector en este punto se preguntará qué se puede hacer en estos casos entonces para evitar el incremento de precios y la especulación? Lo primero es ir a la raíz del problema: el exceso de emisión monetaria. La primera medida económica que un gobierno puede tomar y que tiene un efecto casi inmediato es dejar de emitir y gastar (el gobierno, que es el que demanda esa emisión para cubrir sus gastos) como si no hubiera fin. La segunda medida, en ausencia de inflación, es la eliminación de los controles de precios y de regulaciones al mercado. Estas medidas, que pueden existir aún en ausencia de inflación, también crean distorsiones que llevan a precios elevados. Estas distorsiones se dan por regulaciones emitidas para “proteger” a los consumidores. El caso más paradigmático es el costo de las medicinas. En Estados Unidos y otros países es virtualmente imposible importar medicinas o comida sin tener el permiso de las autoridades de gobierno. Vemos que por razones “sanitarias o de seguridad” no se pueden importar productos o medicinas de otros países donde pueden ser más baratas. A veces el tema de seguridad o sanitario son excusas para proteger a alguna industria local. Esto se da incluso en bienes que no son esenciales para la “seguridad nacional”.
Conversando con un amigo involucrado en el sector camaronero, me contaba que el camarón de Ecuador y del resto del mundo tiene un arancel (impuesto a la importación) del 14% o más en los Estados Unidos. Esto para evitar el dumping, , el uso de subsidios de un gobierno foráneo a una industria de ese país para ganar participación de mercado en algún mercado extranjero y destruir la producción local en dicho mercado.
Tomar estas medidas es un disparate pues el resultado real es que el gobierno de Ecuador no tiene la capacidad de subsidiar a un productor ecuatoriano para conquistar el mercado estadounidense de camarón. Es más, el gobierno ecuatoriano ha sido incapaz de promocionar, subsidiar o promover dicha industria, y cuando dicha industria quebró por el fenómeno de la mancha blanca, el fenómeno de El Niño y la hiperinflación de 1999, tuvo que ver la manera de recuperarse a pesar de que el gobierno no hizo absolutamente nada y más bien promovió el desarrollo de otras industrias que ni siquiera compiten a nivel mundial. Ecuador, hoy por hoy, es uno de los productores y exportadores de camarón más grandes del mundo, compitiendo con gigantes como China o Tailandia, países con más recursos que sí se puede sospechar que hacen auténticos esfuerzos por subsidiar a sus productores. En el fondo el problema es que en Estados Unidos existe una incipiente producción de camarón en el golfo de México que por distintas razones (proteccionismo, excesiva regulación, naviera, laboral, ambiental) ha sido incapaz de innovar y masificarse como lo ha hecho el camarón ecuatoriano en los últimos 40 años. Asumamos por un momento que el gobierno de Ecuador está haciendo dumping para ganar mercado. El subsidio al consumidor estadounidense para que consuma camarón de mejor calidad de parte de un país más pobre y con necesidades más urgentes es un auténtico absurdo. No tiene sentido y es ridículo pues ni tiene los recursos dicho gobierno y apenas se haya ganado dicho mercado seguramente reaparecería la industria local. Hay algo en las leyes y la regulación de los Estados Unidos que impide que sus productores se hayan especializado o hayan desarrollado una sofisticada industria en este campo, o tal vez no es donde está la ventaja competitiva de ese país, pero este tema de las ventajas competitivas es un tema para otro artículo.
El control de precio en algunos productos como la leche si ha funcionado, porque esta subvencionado, es decir el gobierno esta pagando la diferencia de lo que costaría por la sobre producción y lo que el consumidor paga. El exceso se convierte en polvo y es párate de las donaciones a muchos países en necesidad. El plan de Harris no es controlar precios, pero aplicarles las leyes a los intermediarios que están lucrando exageradamente con el cuento de supply chain, que ocurría en la peor época de la pandemia. Eso si puede funcionar en cuanto se castigue a los más descarados y abusivos.